Cuaderno de notas
La mísera y pobre voz italiana que había escuchado hace días volvía a atormentarle con su letra demasiado acertada en ese momento. El juicio, y con él las ideas, estaban nublados por una idea absurda, una obsesión derivada de la inseguridad propia y que se volvía una desconfianza permanente. No soportaba perder el tiempo entre cuatro paredes que le recordaban lo mucho que otros aprovechaban su vida social. Tenía que salir de allí antes de que el día pasase de largo sin otorgarle nada bueno. Recordó una promesa hecha hace mucho y sintió ganas de inmortalizarla en su cuaderno de esbozos, pero para ello debía esperar treinta minutos de trayecto incómodo entre gente desconocida. Pero como era de esperar, mientras tengas momento para pensar siempre te replanteas las ideas más locas. No hacía más que pensar en que sólo era rememorar sus años de estudiante, hacer lo que otros compañeros hacían entre sí a falta de dinero y profesionales, no debía sentirse culpable por ello porque a pesar d...