Temeridad encarcelada
Soy la sombra que atañe al rumor de tu rostro,
La que te arrebata el clamor de una risa
Y te regala al mismo tiempo un suspiro desdeñoso.
Soy la que no quieres ver cuando eres dichosa
Y de la que no puedes huir cuando te encierras.
Naces de mi espesa sensación de nerviosismo
Y la espera que arrojas al vacío me acaricia lasciva.
Mientras tus manos se niegan a seguir su camino
Una vez la veda ha sido abierta por su lengua viperina
Y no hayas placer de acabar con tu sufrimiento.
Trastornas en mí tu inocencia perdida,
Renegando de extrema conciencia y vacío.
Mas alimentándome creando en tí la duda
Y posibilidad de salir del cerco que se te ha creado,
Ahuyentando a los corderos, positivándolos en perversión.
Pues esa, tu cara informe y desperfecta,
Presta expresión inacabada y sacrílega,
Te la endulzo en tu comisura traviesa
Y la busco en tus alas de santita impresa.
Pues el cambio dio la vuelta a tu cabeza
Y el resto lo conciben tu elección y mi experiencia.
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